Desde el 3 de febrero de este año 2017 que empecé a hacer las charlas gratuitas que llevan por título “Buenas y Malas Madres, presión social, autoexigencia y culpa en la maternidad” son muchas las vivencias que he podido recopilar de tantas mujeres, algunas madres recientes, otras aún por serlo, otras ya abuelas, de diferentes ideologías de crianza, diferentes recursos económicos, diferentes estratos de la sociedad, diferentes edades, casadas, solteras, divorciadas, con trabajo, sin trabajo, con grandes responsabilidades laborales o con trabajos temporales, con hijos en edad escolar o casados y fuera del hogar, con parejas que apoyan y sostienen la familia o con padres que se fueron a por tabaco y nunca volvieron. Así de amplio ha sido el abanico de mujeres que se han acercado a las charlas gratuitas “Buenas y Malas Madres”. Y a pesar de tan grandes diferencias entre unas y otras he podido constatar que,
la culpa es un sentimiento común
Culpa por lo que a veces hacen o han hecho sin querer, por desbordarse ante situaciones cotidianas en las que las exigencias de ellas mismas o de nuestras sociedad ha sido más grande que sus capacidades. Culpa por lo que no han podido hacer y hubieran querido, por falta de información, por falta de tiempo, por agotamiento extremo… por tantas cosas… Todas, absolutamente todas las mujeres que se han abierto a compartir en las charlas y en el primer taller del sábado pasado 22 de abril “Liberándonos de la Culpa” han sentido una presión sobre sí mismas desde niñas, primero por ser mujeres y después, al convertirse en madres, aún se intensificó más la culpa, la responsabilidad y las exigencias que, no sólo nosotras creamos con nuestras expectativas, sino que toda la sociedad alimenta y agranda con sus mensajes hacia las mujeres especialmente y hacia las madres en particular.
También ha habido algunos hombres hermosos que han querido sumarse a este ciclo de charlas y al taller… hombres que sienten que esa responsabilidad es compartida de verdad y no sólo en la teoría. Hombres que saben y conocen en profundidad el alma de las mujeres al lado de las cuales caminan para ayudarlas a transformar todo esto que portan dentro de sí y que no siempre sabemos de dónde nos viene. Hombres que sostienen bebés e hijos que no son suyos, ocupando el lugar de algún otro que no cumplió con su parte, hombres que se entregan a la familia, esté formada biológicamente o no.

Algunas son las notas que sobresalen de todos estos encuentros y compartires. Para mí, es hermosa la unidad que veo desde fuera cuando me siento a facilitar uno de estos grupos formados por personas que, a priori, parecen no tener mucho en común, pero que en poco que rasquemos es más que evidente que son más cosas las que nos unen que las que nos separan.
Me animo a compartir algunas de las ideas que han ido surgiendo en este trabajo que comenzó en febrero y que me han parecido especialmente dignas de mención y de reflexión:
Que las madres sentimos los hijos como una responsabilidad más nuestra que de su padre.
Que no siempre deseamos ser madres aun cuando ya lo somos y que creemos erróneamente que es la maternidad lo que nos agobia cuando en realidad es todo lo que falta alrededor de apoyos, del estado, de familia, de educación…
Que mirando hacia dentro podemos darnos cuenta de cuantas veces sin saber hemos juzgado a otras madres sin siquiera conocer sus circunstancias.
Que a veces liberamos nuestra culpa enfadándonos o criticando a quien lo hace distinto o a quien parece más feliz o menos preocupado.
Que ser madre es sentir el juicio y la mirada sobre nosotras de un modo que antes no tuvimos consciencia, es sentirse observada como si todo el mundo tuviera la capacidad de evaluarte como madre.
Que es responsabilidad de un país, de un gobierno y del sistema procurar mejores condiciones para las madres, para los padres, para las personas que crían, cuidan y educan a los ciudadanos del futuro si deseamos construir un mañana mejor.
Y por último, pero no menos importante, que sentarnos a compartir, a hablar, a transformar nuestra culpa ayuda, libera y nos da un empujoncito para seguir adelante con más consciencia y más compasión por nosotras mismas, por nuestras parejas y nuestros hijos, por nuestras propias madres y por LA FAMILIA en general.
Seguimos sumando, seguimos en el camino. GRACIAS A TODAS LAS MUJERES, HOMBRES, NIÑOS Y NIÑAS QUE HAN PARTICIPADO.
Escrito por Sonsoles Romero.
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