Un avión repleto de gente, de repente entra una mamá con un niño y… le entra el pánico a todo el mundo como si de un terrorista se tratase.
¿Te has visto en esta situación? ¿Te ha entrado pánico? Entonces padeces, padresfobia, aunque muchos piensen que se trate de niñofobia.
¡2 horas de vuelo y no voy a poder dormir! Durante 180 minutos tendré que soportar las impertinencias, lloros, correteos, gritos y pataletas en el asiento trasero de un niño. ¡No soporto a los niños! En alguna ocasión, especialmente antes de ser padres, nos hemos visto en una situación parecida, en la que hemos temido la presencia de cualquier infante. Y quien afirme lo contrario, MIENTE!
Hoteles, restaurantes e incluso tiendas están captando fieles clientes con una política que ahora está en auge, espacios libres de niños. Has escuchado bien, como si hablásemos de espacios libres de humo, cuando un fumador no se toma la molestia de apagar su cigarrillo al pasar cerca de un parque infantil, un niño no puede entrar en ciertos restaurantes. En un país donde la tasa de natalidad está cayendo empicado, algunos sectores han decidido fidelizar un determinado público adulto que confiesa padecer niñofobia.
Sí, hasta hace 2 años yo era una de ese grupo, buscaba tranquilidad. Tenía tan sólo 1 semana de vacaciones al año y no se me apetecía aguantar niños chapoteando en el jacuzzi junto a mi hamaca, mientras leía el último libro de Andy Stalman.
Ahora me encuentro en el asiento de atrás del avión, rezando para que mi bebé de tan sólo 4 meses, no se coja una perreta de sueño porque no es capaz de dormir o estar en un lugar sin moverse durante 10.800 segundos que dura el vuelo. Veo como las caras del resto de pasajeros son poco amigables y sólo piensan “Me tuvo que toca a mi”, ¿porque no cogió el siguiente vuelo?.
Es este el momento en el que entiendo que, antes no padecía niñofobia, padecía padresfobia. Los niños son el fiel reflejo de la educación y el respeto que sus padres les enseñan. Hoy en día, donde la mayor parte de la población piensa que la base de la educación comienza en el colegio y el significado del respeto ha perdido todo su valor, los niños son una extensión de los comportamientos de los padres. Existen niños caprichosos, egoístas… pero realmente lo importante son los valores que le han enseñado sus padres.
Ayer me encontraba en la cola del super, esperando para pagar cuando un niño, de unos 10 años, comienza a bailar a ritmo de Bruno Mars, empujones incluidos, con el móvil de su padre a todo volumen. ¿Qué hacemos en esa situación? Sobre todo, ponernos de muy mal humor. Luego respiro y recuerdo, es sólo un niño y está desarrollando su creatividad, pero, ¿qué está haciendo su padre? Inmerso en sus pensamientos como si la situación no fuese con él. Ahora sé que no padezco niñofobia, ¿ellos que culpa tienen? ¿Qué hace un niño de 10 años con un móvil a todo volumen en el super? Haciendo memoria, yo con esa edad, tenía un cassette para escuchar los Backstreet Boys o Laura Pausini, y cómo me hubiese gustado subir el volumen hasta romper los cimientos de mi casa. Pero ahí estaban mis padres para recordarme que vivían más personas y debíamos respetar el bienestar del resto de la familia.
¡Qué triste realidad! Los niños deben correr, experimentar, saltar, chapotear, cantar… pero los papás están ahí para enseñarles, dónde, cómo y cuando. Y no hacer la vista gorda como si con ellos no fuera la cosa. Para eso están los padres, para educarnos e incluso maleducarnos, siempre y cuando no molestemos a los demás con nuestra propia satisfacción.
Lo confieso, padezco una profunda y asimilada padresfobia.
Y tu, ¿padeces niñofobia o padresfobia?
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